Amor griego



Amor griego
03/11/2012

Philia

Es afecto sereno que me llena
al evocar la imagen de su objeto.
Anhelo de aquellos gratos momentos
que callan el eco de soledad;
con todos los sentidos atentos,
desprovistos de grave sobriedad
que retenga aquellos plácidos vientos
de encuentros en complaciente hermandad.

¡Deténganse los acontecimientos!
Del físico ardor libres sentimientos,
convergencia al fin de almas paralelas
en el despuntar de una nueva aurora,
liberada la luz entre ricas telas,
de aquel espíritu a quien ya se adora.
Evocado ser por quien siempre velas;
 ya sea alba u ocaso, antes y ahora.

De sus emociones tú bien te celas
y en ello el amor maduro revelas.
En compartir huyes de la pereza
y todo te das, en cuerpo y hacienda;
sin reparar en volcar tu riqueza
para seguir unidos en la senda,
luciendo en el afecto gran destreza;
en tan alto valor: tan rica prenda.

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Eros

Hierven las carnes en la evocación
del rojo sabor en labios ajenos;
roce de la piel con la piel sedienta
de unos cuerpos que destilan deseo.
 Lucha de pasiones, dulce y violenta;
del pecho, en caudaloso bombeo,
ese delicioso ardor se alimenta
sucumbiendo a tan plácido mareo.

En su devenir todo mal se avienta;
dulce sopor que al alma desorienta.
Lenguas que en oscura humedad se baten,
en la piel se yergue el bello al tacto;
corazones que al unísono laten
en tan ávido e insolente pacto.
De lazos renovados ellos se aten
en ese sublime y amoroso acto.

Cuando ambos ya sus ardores maten
y sus cuerpos en languidez empaten,
llega el momento de caricias lasas,
 de verbos surgidos de la conciencia
forjada en aquellas cálidas brasas,
de puras intenciones en avenencia;
de sustentar en recias y hondas basas
lo recibido en tan grata experiencia.

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Agapē

Sentir alimentada la intención
en aquello que nos mueve el ánimo,
Es la clara plenitud en la energía;
el sentimiento puesto en una acción,
un anhelo, el nuevo reto que guía, … 
En el alma aquella fresca canción,
venero vertiendo sana alegría,
que desvanece la sensación

de negra e ingrata melancolía,
arrebatando a la noche el claro día.
El pecho se dilatará ufano en su horma
al eco del cadencioso corcel,
echando en su hálito la triste corma,
matando la amargura de la hiel;
descabeza esa palabra y transforma
la sorda hache en la dulce eme de miel.

La amplitud de tan abultada forma
es cuna en la que la pasión se ahorma,
es crátera del ansiado festín,
es sentir la corriente por las venas
del incombustible fluido carmín
que diluye y arrastra duras penas,
más allá de la piel, en el confín
donde quedan las emociones buenas.

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